Jodorowsky en Chile...

El lunes 27 fui a ver a Alejandro Jodorowsky al Teatro Caupolicán. Jodorowsky, un verdadero Gurú en estos tiempos, vino a Chile a desarrollar una serie de actividades culturales, tanto en la capital como en el norte del país. Es el creador de la denominada psicomagia, conocida como terapia alternativa a la psicología. La Psicomagia trabaja con el inconsciente, y sus terapias son metáforas, por lo tanto, se postula que el inconsciente acepta las metáforas, es decir, con un “acto artístico” se “actúa” tu drama, y se logra la sanación.

El espectáculo, que presenta todos los miércoles en Francia, y que el lunes 27 lo presentó en el Teatro, se llama “Cabaret Místico”, una suerte de terapia colectiva a partir de sus propias búsquedas teatrales, psicológicas y místicas. De este modo, Jodorowsky interpreta a una persona convertida en un personaje por su medio y sus circunstancias, que trata de encontrarse a sí misma. Primero le pidió a toda la audiencia que se tomaran del dedo meñique formando una cadena, que luego suspiren cuatro veces sintiendo que se liberan de las tensiones de su intelecto, corazón, sexo y cuerpo.

Partió diciendo que él no ve el futuro en la lectura del tarot, y si bien él por si sólo no va a cambiar el mundo, es un convencido que empezar a cambiarlo si se puede. Narró que nunca prepara sus conferencias, y que lo que habla está relacionado con lo que le pasa durante la semana. Además plantea sus ideas en forma de chistes o cuentos cortos, ya que está convencido que los cuentos son más profundos que el común de la gente piensa.

De lo que dijo, lo que más me identificó en cierta medida fue: “cada uno es lo que es, y lo cree que es, y no lo que los demás creen”, haciendo alusión a que cada uno es dueño de su destino. Además, dijo que “todo está conectado”, hasta las cosas más inverosímiles están unidas entre sí. Otra cosa es dijo es “no pidas nada para ti que no sea para los otros”, “lo que das, te lo das, y lo que no das, te lo quitas”.

Al final del evento, hice una gran fila para que me dedicara mis dos libros; me sentía como pendejo cazando autógrafos. Habré esperado una media hora, hasta que llegué donde él, y me dijo “como te llamas”, “Elías” le dije, y luego acoté “soy de Tocopilla”, y él me dijo “¡qué bien!, de Tocopilla, ¿cómo está Tocopilla?”, “mal” le dije, “¿de qué vive Tocopilla?” me preguntó, y rápidamente, y con cierto temor, le dije que no se vivía de nada y que la ciudad que lo vió nacer estaba contaminada. Luego de eso salí y quedé con la grata sensación de poder haber visto a Jodorowsky.